LA MUJER QUE ELIGIÓ FLORECER EN SALADILLO

La puerta Amarilla se convierte, por circunstancias de la vida, en la
entrada a un mágico hostel en lo que antiguamente era la casa de
sus abuelos y hoy es un espacio elegido por los turistas que visitan
la ciudad. Desde ese lugar soñó e ideó, a pocos kilómetros del
centro, La Toscana, la primera plantación de lavandas de Saladillo
con alojamiento incluido además de un proyecto que vincula a las
mujeres y las flores.
Ana Tosca, decidió irse a vivir a la casa de sus abuelos maternos,
un lugar en el que ella siempre interactuó con el amor, los aromas y
las flores. Cada noviembre en ese jardín florece un jazmín
paraguayo que plantó su abuela Marcelina, antes de que ella
naciera. Pero la historia de esta pasión por los cultivos viene de sus
ancestros “El padre de mi abuela había venido de Italia en su
juventud, contratado por el gobierno argentino, para forestar
campos de la provincia de Buenos Aires: La Martona de Lobos, el
campo San Martin de Saladillo y muchos otros. Siempre soné y me
imaginé viviendo en esta casa, no sé si porque fui muy mimada o
porque tengo todos los sentidos conectados a sus espacios y hoy
es lo que les trasmito a los visitantes que llegan hasta aquí”, relata.
Amante empedernida de los viajes y las nuevas ideas, ya con sus
hijos fuera de casa, decidió que una forma de mantener vivo el
hogar era ser una buena anfitriona y así nació el proyecto turístico
denominado La Puerta Amarilla. “Antes en la puerta tenía un
número amarillo que la identificaba, siempre lo ponía y desaparecía
por alguna razón, entonces todo el que venía me preguntaba
¿adónde es? y como me gustaba mucho el amarillo, pinté la puerta
de ese color y así quedó el nombre de nuestro alojamiento, que hoy
es uno de los preferidos por los turistas que desean conocer la
ciudad, no sólo por la atención que brindamos sino por todo lo que
se puede experimentar en este lugar”.
Ana se define jardinera, horticultora, emprendedora social y
capacitadora en nuevas tecnologías. “Más que nada soy curiosa y
entusiasta. Tengo inquietudes ecológicas, tecnológicas, culturales y

al mismo tiempo comunitarias. Hacer, aprender en grupo, en red,
crear, reciclar, recrear, renacer en el trabajo colaborativo. Todas
estas pasiones y experiencias en sinergia generaron diversos
espacios que hoy forman parte de mi vida como La Toscana y
Florecer Saladillo. Mi trabajo es ayudar a organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales a desarrollar proyectos
sociales y culturales mediante técnicas y procedimientos de gestión
efectiva, tercerizando la dirección de los mismos. Mi experiencia de
más de 20 años en estos temas me ha mostrado que el trabajo
cotidiano y la resolución de urgencias en las organizaciones
muchas veces no les permite dedicarle el tiempo, la creatividad y la
energía suficiente para que esos proyectos se lleven a cabo. Es por
eso que decidí transitar este camino”, dice.
Florecer Saladillo es un gran proyecto integrado por una red de
mujeres, que siembran para crear un banco de semillas para futuras
huertas. “No sé si hacer estas cosas tiene un por qué. Simplemente
sentimos una sinergia que transforma los proyectos, generamos
que tengan vida propia. Parece magia. Es más que la suma de las
partes, es algo difícil de explicar, algo como el amor. La apertura
hacia esas otras personas, la tierra y las plantas, nos conectan con
esa pasión común y comunitaria. Y nos genera mucha energía y
alegría. Creo y siento que para ese lado va la cosa, la vida. Se
puede florecer en cualquier lado, hoy elijo florecer en Saladillo”.
La Toscana es un pequeño campo ubicado a 3 kilómetros y medio
de pleno centro saladillense, que cuenta actualmente con 100
plantas de lavanda, pero además aquí la naturaleza comulga en un
entorno único y especial “hice una casita que tiene una plantación
de lavandas junto a mi pareja Hernán y mis hijos Manuela y
Facundo, que siempre fueron mis mayores motivadores, con la idea
de que sea un lugar único para parejas o familias, que deseen vivir
en el medio del campo una experiencia diferente. En el futuro
inmediato nos gustaría producir aceites esenciales, llevar a cabo
talleres y realizar un emprendimiento de aromaterapia para poder
conectarnos con las plantas de manera más poderosa”.
Ana es actualmente presidenta de la Sociedad Italiana de Saladillo,
y en este trabajo que tiene que ver con las raíces y la identidad, las
plantas y los intercambios, encontró una vía de conexión muy
fuerte. “La idea es trabajar en algunos proyectos que tengan que

ver con nuestra identidad, las mujeres y las flores, por eso estoy
haciendo una tesis de una maestría en desarrollo sustentable del
ambiente y va a resumir un poco todo esto. Estar tranquilo en la
naturaleza, compartir y estar en comunión con el campo”.
Uno de sus alojamientos ofrece la posibilidad de experimentar otra
forma de vivir una estadía relajada y cálida en contacto pleno con la
naturaleza y las plantas en el corazón de Saladillo. La otra opción, a
unos kilómetros, es a pleno campo e invita a disfrutar al máximo de
una desconexión total. Ideal para estos tiempos.

Más info @lapuerta_amarilla @latosca.ana
Facebook: florecer saladillo

 

Check Also

Blow Up Experience:El fenómeno mundial de arte inflable y tecnologia ya llegó a la argentina

Desde el 2 de noviembre, la muestra sin precedentes en nuestro país se puede visitar …