Estrés, factores ambientales, trastornos cerebrales o malos hábitos, entre otros, constituyen un daño permanente al cerebro. Los trastornos cerebrales constituyen el 13% de la causa global de enfermedades, superando al cáncer y a las enfermedades cardiovasculares.
Uno de los órganos que más misterio ha generado en la ciencia es, sin dudas, el cerebro. La cantidad de mitos que circulan sobre su funcionamiento no se equipara a la de ninguna otra parte de nuestro cuerpo.
Que solo utilizamos el 10% o que permanece inactivo durante el sueño son algunas de las creencias populares que la ciencia ha ido dando por tierra. Pero, a la vez, se abren nuevos interrogantes: ¿qué significa cuidar la salud del cerebro?
Cada 22 de julio se celebra el Día Mundial del Cerebro, fecha que ha impulsado la Federación Mundial de Neurología (WFN) con el objetivo de destacar la importancia de la salud cerebral, haciendo hincapié sobre la prevención de enfermedades cerebrales.
De hecho, los trastornos cerebrales (incluyendo problemas neurológicos y mentales) constituyen el 13% de la causa global de enfermedades, superando al cáncer y a las enfermedades cardiovasculares.
Entonces, ¿de qué hablamos cuando hacemos referencia a la “salud del cerebro”? Se trata, básicamente, de la capacidad de recordar, aprender, planificar, concentrarse y mantener una mente clara y activa. El concepto de salud cerebral se basa en la reducción de factores de riesgo que pongan en peligro estas capacidades con el paso de los años.
Una premisa fundamental es entender que el cuidado del cerebro comienza desde la gestación en el vientre materno. El manejo del estrés materno, hábitos saludables y una la alimentación adecuada en esta etapa son fundamentales.
Desde el nacimiento, el cerebro del bebé crecerá y se desarrollará en progresión logarítmica. Para poder obtener su mayor potencial, debe recibir los nutrientes alimentarios necesarios y el estímulo adecuado para cada etapa del desarrollo. Este “estimulo adecuado” hace clara referencia al sostén emocional (amor, acompañamiento, protección, etc), así como el estímulo cognitivo. Este será el cerebro adulto que nos acompañara y regirá toda nuestra vida. De nosotros dependerá mantener las funciones vigentes y darle un “upgrade” a su funcionamiento.
Existen situaciones que son altamente perjudiciales para la salud del cerebro, y se pueden dividir en tres grupos:
1) Estrés y trastornos del ánimo: la activación de los circuitos del estrés generan cambios estructurales en el hipocampo, que es uno de los principales núcleos de la memora. Por su parte, el ánimo depresivo tiene una estrecha relación con la demencia, por lo que se han diseñado test psicológicos específicos para poder diferenciarlos.
2) Pérdida de la audición y la visión: para que podamos procesar correctamente la información, es fundamental que la calidad y la cantidad de información que le brindemos a través de los sentidos. Los problemas de la audición y de la visión se asocian no solo con dificultades cognitivas, sino con aislamiento social, que genera una espiral con pendiente siempre negativa. La consulta con el oftalmólogo y el otorrinolaringológico son cruciales.
3) Estrés: el estrés diario puede causar problemas de memoria. Pero cuando este estrés se prolonga se lo vincula a tasas de declive más rápido de la salud cerebral. Métodos de relajación, como la meditación y un estado de conciencia pleno, son algunas de las estrategias para evitar este daño.
Claves para un buen funcionamiento
No existen grandes secretos. Ciertos hábitos nos ayudarán a mantener un cerebro saludable y activo:
Ejercicio: el ejercicio aeróbico, específicamente, beneficia la salud cerebral, y aún más cuando se combina con ejercicios que fortalecen los músculos. Hacer ejercicios por períodos más largos —por lo menos 30 minutos o más en una sesión— parece mejorar la salud cerebral más que las sesiones cortas. Y nunca es demasiado tarde para empezar.
Mantenerse activo social e intelectualmente: todas las actividades que desafían a un nuevo aprendizaje —leer, estudiar o aprender un nuevo idioma— ayudan a preservar las funciones cognitivas, al igual que las actividades sociales. Todo lo que signifique un encuentro con un “otro” será siempre beneficioso. El intercambio social simple, así como las tareas mancomunadas y el trabajo en equipo, generan continuidad al vínculo social.
Adoptar una dieta sana: aunque ninguna dieta particular ha probado mantener o mejorar la salud mental, estudios sobre la dieta mediterránea y las dietas DASH (método dietético para detener la hipertensión) justifican comer menos carne y consumir más nueces, granos integrales, vegetales y aceite de oliva. Son cada vez más los estudios que señalan que los ácidos grasos omega-3, que se encuentran en los pescados como el salmón, apoyan la cognición.
Dormir bien: la baja calidad del sueño está vinculada al deterioro cognitivo. Los trastornos respiratorios, como la apnea del sueño, también implica un riesgo mayor de sufrir problemas de memoria y de corazón. Varios estudios han encontrado que tratar la apnea del sueño ayuda a retrasar los problemas de memoria.
Cuidar el corazón: lo que le hace bien al corazón, también favorece al cerebro. La alta presión arterial, el colesterol elevado y la diabetes —especialmente en la mediana edad— están relacionados con la mala salud del cerebro en el futuro. Disminuir la presión arterial inicialmente con dietas bajas en sodio y tratamiento farmacológico ayuda a prevenir los problemas cerebrales.
La adopción de hábitos saludables, buen descanso y una vida social activa son indispensables para cuidar nuestro cerebro de manera plena.
Dra. Gabriela Ferretti
MN: 81.108
Médica clínica, neuróloga, legista y auditora médica (UBA).
Vicepresidente de la Asociación de Peritos de la Ciudad de Buenos Aires (APERCA).
Miembro del Consejo de Bioética del Instituto Latinoamericano de Derechos Humanos.
Comunicadora médica.
RRSS: @doctoraferretti