El insoportable sufrimiento de los animales no humanos

En la actualidad se conoce y se habla acerca de que los animales tienen, al igual que los humanos, cuerpo y psiquis. Al considerarlos dentro de la biodiversidad su capacidad psíquica es innegable y bajo esta concepción se dieron por terminadas ciertas cuestiones metafísicas que a lo largo de los años relataron las religiones, la filosofía, la psicología y la antropología entre otras. Existen animales no humanos, esa es una realidad objetiva. Conducir hacia una figura bioética aplicada a ellos para reflexionar sobre la crueldad, la hegemonía de los más fuertes, la libertad y la esclavitud es un completo desafío y parece ser un capítulo pendiente entre la naturaleza y la humanidad.

En este sentido, es el hombre el que debe devolver a los animales no humanos el valor ético que históricamente les fue arrebatado privándolos de derechos como la igualdad, la justicia y la compasión.

Los términos antropocentrismo, antropomorfismo y especismo acarrean una carga valorativo que debe ser tenida en cuenta para comprender el trato arrogante y soberbio que muchos seres humanos dan a los animales no humanos y a la naturaleza en su conjunto. Estos tres conceptos se retroalimentan colocando al hombre como el mejor de los seres del universo: la concepción filosófica del antropocentrismo al considerarlo como el centro de todas las cosas y el fin absoluto de la creación, superior a otros animales por su razonamiento, su lenguaje, sus emociones o sus creencias y el antropomorfismo, que lo coloca en una posición de ventaja por su aspecto corporal y bipedestación generan, en consecuencia, especismo que en términos simples es el rechazo hacia otras especies.

Actos de impiedad en diversas formas fueron enmascarados bajo palabras nobles como tradición, deporte, turismo o nutrición y con el pasar de los siglos, la ilusión de superioridad humana se consolidó con conceptos religiosos, filosóficos, psicológicos e incluso de la justicia, que refuerzan el trato cruel y desconsiderado hacia los demás seres vivientes. Así mismo, y tal como fue comprobado, como la crueldad no tiene objetivos ni límites precisos quien trata mal a un animal es potencialmente cruel con los seres humanos expuestos a circunstancias similares.

Estos actos inhumanos en muchas ocasiones terminan siendo calificados como “normales” sin exigir reflexión alguna debido a la cotidianidad con la que se producen y generan una globalización de la indiferencia hacia otros seres que resulta realmente sorprendente.

En mi libro “Bioética hacia los animales” recorro el sentido de este concepto fundado para proteger al ser humano y al medio ambiente contemplando la diversidad cultural y el pluralismo tomando en cuenta los disímiles contextos históricos, culturales, filosóficos y religiosos apuntando a señalar que tratamos esencialmente de una ética de la vida que debería accionar sobre el resto de la animalidad dado que las otras especies también sienten y por ende sufren.

El término “bioética” nació como una nueva palabra entre 1970 y 1971 cuando Van Rensselaer Potter, publica su célebre libro “Bioética, un puente hacia el futuro” donde propone unir dos culturas: Ciencias y Humanidades (ciencias biológicas, la cultura médica y las humanidades) para garantizar así la supervivencia del hombre en el planeta Tierra. Sin embargo, actualmente se considera, al menos cronológicamente, que fue Fritz Jahr (teólogo, filósofo y educador) el primero en introducir el término en 1927 en un artículo titulado “Bioética: un análisis de las relaciones éticas de los seres humanos con los animales y las plantas”, construyendo de esta forma, las bases para una Bioética con una visión abarcadora hacia el resto de la animalidad incluyendo, además, al mundo vegetal.

En este sentido, Jahr subrayó la importancia del sentimiento ético, la empatía y la ayuda hacia los animales y las plantas como parte de las obligaciones morales y sociales que los humanos se deben recíprocamente y consideró a esta disciplina como concepto y como misión de respeto del ser humano por todo lo viviente.

Vale aclarar que el “ethos” de la bio-ética en su planteamiento original es el de una ética aplicada (o práctica) surgida entre los años 1950 y 60 cuando los filósofos comenzaron a ocuparse de los problemas de la realidad y de la vida cotidiana. Hoy podríamos decir que en el ámbito social han perdido valor ciertos códigos morales únicos como referentes válidos para organizar la ética de la sociedad en su conjunto pero hacer realidad estas ideas y conceptos implica dar un paso intermedio para dotar de un estatus ético a los animales no humanos ya que, en la actualidad contamos con una filosofía y una ética que no se pierden en las complejidades de los claustros académicos conforme a los planteos clásicos, como en las teorías morales de Aristóteles, Kant o Descartes quienes postularon que para poder hablar de la existencia de un sujeto moral debemos basarnos en una ética esencialmente racionalista y antropocéntrica.

Autores que en la actualidad abarcan la temática de los derechos de los animales, como Peter Singer, Jesús Mosterín, Paola Cavalleri, Frans de Waal, Jorge Riechmann o Eugenio R. Zaffaroni, suelen compartir un punto de vista evolucionista de una ética que no es absolutamente racionalista sino atenta a las emociones, a los sentimientos morales, a la capacidad sentir y, por ende, sufrir.

Nuestra misión como médicos es cuidar y proteger a los animales sanos y enfermos con el respeto y la dignidad que ellos merecen. Es por esta razón que vale aclarar que ser médico veterinario es una profesión motivada por un sentimiento ya que desde esta condición tenemos la posibilidad ayudar al otro, en este caso un animal no humano y, en consecuencia, la buena relación que creamos con el paciente se transforma en un acto de amor. Mi objetivo, es alcanzar la construcción de una Bioética humanizadora hacia los animales no humanos que sea pluralista, justa, civilizada y que proclame una verdadera justicia, una justicia “zoo-cial”.

Una forma de maltrato común que vemos en los animales, la más común, es la indiferencia. De alguna manera, esto también pasa con las personas. Personalmente, considero que todo se solucionará cuando podamos devolverles a los animales el valor ético que le hemos quitado, entendiendo simplemente por “ética” qué es lo bueno y lo malo, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. La crueldad es condenable, los animales tienen sus derechos declarados en 1977 que manifiestan que todos los animales tienen derecho a ser respetados y que el hombre no puede atribuirse el derecho de exterminar a otros animales o explotarlos violando los derechos que ellos poseen. Tenemos que tomar consciencia que a los animales hay que respetarlos y, como decía Jeremy Bentham “qué interesa si pueden o no hablar, qué interesan si razonan o no, lo que interesa es que pueden sufrir”.

Por Roberto Gerosa. Médico veterinario y Doctor en Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Licenciado en Veterinaria, Universidad Complutense de Madrid (España). Doctor en Medicina y Tecnología Veterinaria, Facultad de la República (Uruguay). Docente en la UNLP y Universidad de Buenos Aires (UBA). Especialista en ortopedia de pequeños animales.

Participante del IV curso de Introducción a la Bioética Clínica y Social del Programa de Educación Permanente de la UNESCO.

Disertante en diversas universidades, centros especializados y congresos en América Latina (Argentina, Uruguay, Paraguay, Colombia, Costa Rica, El Salvador y Guatemala) y Europa (España y Francia).

Autor de diversas publicaciones en revistas especializadas de Argentina, USA y Gran Bretaña.

Autor y editor del libro colectivo “Geriatría canina”, Ed. Intermédica 2007.

Autor del libro “Bioética hacia los animales, la ética más allá de los seres humanos”.

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