La hipertensión tiene su origen en un conjunto de numerosos factores, entre los cuales uno de los más frecuentemente mencionados es la ingesta excesiva de sal ¿Es correcto establecer esta relación?
¿De dónde proviene la sal de nuestra dieta?
Alrededor de un 10% del sodio de la dieta (la sal común es de cloruro sódico) está presente en los alimentos de forma natural; un 15% se añade al cocinar o una vez en la mesa; mientras que un 75% se agrega durante la elaboración de los alimentos.
Desde los albores de la civilización, la sal siempre ha constituido un ingrediente culinario muy apreciado a la hora de dar sabor, conservar la comida o evitar que los microbios la estropeen. También resulta un elemento indispensable en la preparación de comidas con distintos sabores y texturas.
¿Qué papel desempeñan en nuestro organismo el sodio, el potasio y el cloruro?
Se trata de componentes imprescindibles que, a diferencia de la mayoría de los nutrientes, raramente presentan problemas si su consumo es reducido.
En particular, en el caso del sodio, el problema radica en un consumo abusivo. Junto con otros factores determinantes de la presión arterial, estos iones mantienen el volumen de la sangre o el fluido extracelular en el organismo, la actividad electrofisiológica en músculos y nervios, la presión osmótica y el equilibrio ácido/base, que constituyen funciones indispensables para la vida.
¿Cuáles son los factores de riesgo relativos a la hipertensión?
El control de la hipertensión, o presión arterial alta, es muy importante, ya que se trata del mayor factor de riesgo en lo que respecta a la apoplejía. Dicho riesgo crece a la par que el nivel de la presión arterial, y se sabe a ciencia cierta que incluso una ligera hipertensión aumenta el peligro de desarrollar trastornos cardiovasculares.
Son muchos los factores de riesgo relativos a la hipertensión, como el historial familiar, un nivel de actividad física bajo, el tabaco, el sobrepeso o la obesidad, y el consumo abusivo de alcohol y sal. Recientemente, viene haciéndose hincapié en la relación entre el sodio de la dieta y la hipertensión, y la comunidad científica internacional ha advertido que resultaría beneficioso para la salud reducir en un tercio el consumo actual de sodio.
En los últimos años, diversos estudios han dado a conocer abundantes datos que han avivado el debate entre los partidarios de restringir el consumo de sal de toda la población y aquéllos que pretenden dirigir las intervenciones en materia de alimentación solamente a los individuos con problemas de hipertensión o que sean propensos a ésta o más sensibles a la ingesta excesiva de sal. En efecto, ciertas personas son genéticamente propensas a la hipertensión o potencialmente más vulnerables al consumo elevado de sal. Un área de investigación que se anuncia prometedora es el desarrollo de la tecnología genética y de otros métodos de diagnóstico con el fin de identificar a los grupos «de riesgo».
¿Qué debe hacerse para conservar una presión arterial adecuada?
Mientras los científicos siguen intentando esclarecer qué factores genéticos, alimentarios y de estilo de vida influyen en la hipertensión, se recomienda a los hipertensos de edad avanzada que restrinjan el consumo de sal. En cuanto al resto de la población, sería sensato dejar de fumar, mantener un peso corporal saludable, moderar el consumo de alcohol, hacer más ejercicio, aumentar el consumo de fruta y verdura, así como de alimentos integrales, y moderar la ingesta de sal. Numerosos estudios hablan de la posibilidad de que el potasio, el calcio, el magnesio y otros componentes puedan influir en la presión arterial. Sin duda alguna, van a seguir publicándose estudios acerca de estas interacciones alimentarias, pero por el momento la mejor actitud es, como en muchos otros aspectos de la vida, la moderación.